"SABIAN LO QUE HACIAN" Pedro Armada, S.J. Galardonado Patio Central 2008
25-11-2009
PEDRO ARMADA SUPERIOR DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN EL NATAHOYO Se cumplen ya veinte años desde el asesinato de los jesuitas y de sus dos colaboradoras en la Universidad Centroamericana (UCA) de San Salvador.
(LA NUEVA ESPAÑA 16/11/2009)
A las dos de la madrugada, los soldados de la unidad de comandos del Batallón de Infantería Atlacatl entraron en la residencia de los jesuitas, los sacaron de sus camas, los tumbaron boca abajo en la hierba y los fusilaron. Después, en una casa contigua, encontraron a Elba, la cocinera, y a Celina, su hija de quince años. Madre e hija abrazadas. Así las ametrallaron. La orden era «no dejar testigos».
Hace menos tiempo, las naciones del mundo propusieron los Objetivos del Milenio, para intentar acabar en un plazo de quince años con las peores injusticias que sufren los pueblos empobrecidos. Objetivos tan grandiosos en el nombre como vacíos de voluntad y de contenido. Ya se han cumplido casi dos tercios del plazo dado y no vemos grandes esfuerzos internacionales para acabar, por ejemplo, con el hambre en el mundo. O con el analfabetismo.
Y no parece que le demos mucha importancia. Pero, para nosotros, los cristianos, lo mismo que para todas las personas de buena voluntad, esta situación nos debería suponer (y nos supone, en muchos casos) una interpelación apremiante.
Porque hay cosas mucho más importantes que las que aparecen a menudo en nuestros medios de comunicación. Más importantes que las sumas multimillonarias que los estados han destinado para salvar los bancos y las grandes empresas en esta crisis mundial. Más importantes que los traspasos o los sueldos de algunos futbolistas. Más importantes que todos nuestros caprichos juntos. Más importantes que nosotros mismos.
Si los recursos económicos de los países ricos los empleamos así es porque nuestras sociedades y quienes las gobiernan han cambiado (y hemos cambiado) jerarquías fundamentales en nuestras escalas de valores. Tal vez es demasiado sabido y demasiado evidente: hemos antepuesto el beneficio propio a la justicia.
Para los jesuitas asesinados en la UCA y para muchas personas de buena voluntad en todo el mundo, esto no era y no es así. En su vida la justicia era más importante que el beneficio. Y a ponerlo en práctica dedicaron sus esfuerzos, su formación y su vida en la universidad. Por eso los mataron. Por creer y vivir que lo más importante es que nadie muera de hambre por causa de las injusticias de este mundo nuestro.
Por eso, porque son como un faro que nos señala el rumbo, los recordamos hoy. Y recordamos también a tantos otros mártires del siglo pasado, que lo fueron por ponerse del lado de las víctimas.
Los jesuitas de Asturias y las personas cercanas celebraremos esta tarde, a las siete, una Eucaristía en la Parroquia de San Esteban del Mar del Natahoyo. En memoria de nuestros hermanos y de tantos otros que dieron su vida en el «servicio de la fe y la promoción de la justicia». Y sabemos que los aniversarios quedan vacíos si se limitan a recordar una fecha. Y que se llenan de vida si nos hacen «conocer internamente tanto bien recibido? para en todo amar y servir».